I
Toda esta semana ha estado marcada por el inicio del nuevo año escolar 2010-2011: por la continuidad y profundización de la Revolución educativa en marcha.
Decía nuestro Libertador que “el primer deber del Gobierno es dar educación al pueblo”.Y durante estos once años de Revolución Bolivariana la educación popular ha sido y es, como nunca antes en nuestra historia contemporánea, el primer deber en el ejercicio de Gobierno: el primer y obligante deber de cuyo riguroso cumplimiento depende la configuración de un nuevo modelo de sociedad y un nuevo modo de vida sin explotación, dominación o enajenación alguna. Este es el camino por el que andamos y nada ni nadie nos va a sacar de él.
Hemos rescatado la plena vigencia del Estado docente: una responsabilidad que es indelegable e intransferible. Partimos del principio de que todo modelo educativo está determinado histórica, cultural, política y socialmente: no hay modelo educativo neutro ni atemporal.
Dentro del proceso de transición al socialismo, nuestro modelo educativo tiene necesariamente que orientarse hacia la constitución de una nueva subjetividad: es el hombre nuevo y la mujer nueva, capaces de realizar plenamente todas las potencialidades de lo humano; que forman su alma, su mente y su corazón, diciéndolo bolivariana y robinsonianamente, “para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”. Se trata entonces, verdaderamente, de un proyecto antropológico, tan radical como trascendente, que se ha ido convirtiendo en praxis emancipatoria, en energía liberadora.
Si de números se trata, hay una cifra que habla por sí sola: hoy tenemos en la educación formal a casi 10 millones de venezolanos y venezolanas, sin incluir a quienes se forman en las Misiones Sociales. Son exactamente 9,7 millones de compatriotas, distribuidos en todos los niveles, desde la educación inicial hasta la universitaria. Venezuela es, hoy por hoy, el aula más grande del mundo. Esta es una ruptura histórica total con el pasado: hace 11 años no pasábamos de los últimos lugares en la tasa de escolaridad a nivel mundial.
Un logro que me complace destacar es que Venezuela ocupa el quinto lugar mundial en tasa de escolaridad universitaria con 2,1 millones de estudiantes. Luego de 11 años de Revolución, sólo Cuba nos supera en nuestro continente.
Hace 11 años Venezuela contaba con 169 mil maestros: una cifra paupérrima que revela el estado de abandono de la educación pública y la marcha inexorable hacia su privatización. Hoy contamos con 584 mil educadores, pero nuestro objetivo es llegar al millón: un objetivo que alcanzaremos a través del Programa Nacional de Formación de Educadores.
Veamos otra cifra que marca la diferencia: cuando llegó la Revolución, el programa de alimentación escolar (PAE) beneficiaba sólo a 119 mil estudiantes, mientras que hoy beneficia a más de 4 millones de niños, niñas y jóvenes. ¡Más de 3.000%! Esto es sólo posible en Revolución.
Podría seguir dando cifras y enumerando logros, pero se me iría todo el espacio. Quiero insistir en la necesidad imperativa de que nuestra estrategia comunicacional e informativa se reimpulse al cuadrado, o al cubo, para proyectar y destacar todo lo que hemos hecho y estamos haciendo en materia educativa: tenemos que desatar toda nuestra creatividad para que estas cifras y estos logros sean para nuestro pueblo verdad común y compartida.
II
Quiero reseñar las cuatro inauguraciones de centros educativos a las que asistí esta semana: el lunes 4, con el arranque del año escolar, estuvimos inaugurando el Liceo Ecológico Bolivariano “Pedro Arenas Bolívar” en Araure, estado Portuguesa, y la Unidad Educativa Nacional Bolivariana “Héctor Rojas Meza” en Cabudare, estado Lara; el miércoles 6 de octubre asistimos a la apertura de la Aldea Universitaria “4 de Febrero” en Tinaquillo, estado Cojedes; y el viernes 8 de octubre –en el Día del Guerrillero Heroico y con el Che vivo y combatiente en la memoria– estuvimos inaugurando el Liceo Ecológico Bolivariano “Gral. Müller Rojas”, allá en el bonito Valle de Fuerte Tiuna. Son cuatro infraestructuras modélicas en su concepción y realización, con un profundo sentido socialista, humanista, revolucionario.
Se imponen algunos comentarios en relación con estas inauguraciones.
Quiero decir que me llevé un recuerdo imborrable de la Héctor Rojas Meza: ver la felicidad de tantos niños y niñas al recibir su computadora Canaima y saber que ahora cuentan en casa con una herramienta fundamental para su proceso educativo. El lunes comenzamos la entrega de las primeras 19 mil computadoras, distribuiremos de forma gratuita durante este año escolar 243 mil a niños de primer grado y 525 mil a niños de segundo grado, hasta llegar a la meta: todos los niños y niñas de primaria tendrán su “Canaima”. Estamos derrotando a la exclusión y garantizando el acceso a las nuevas tecnologías.
Por otra parte, Me parece de la mayor importancia el sistema de aprendizaje agroecológico que se incorpora al componente formativo en los liceos y escuelas ecológicas bolivarianas. Optar por la agroecología es optar por el porvenir de la humanidad y por la salvación del planeta; es deslindarse de la destructividad capitalista y reconectarse con los saberes y con el amor por la tierra de la agricultura indígena.
No puedo pasar por alto la necesidad que tenemos de acelerar la construcción de aldeas universitarias en todo el país: vamos a inaugurar 7 en lo que resta de año, y estamos rehabilitando 19, pero la cifra es modesta y me siento inconforme. El proceso de municipalización universitaria no puede estancarse ni mucho menos detenerse.
Un último comentario: qué estimulante y alentador ha sido encontrarme con los niños y las niñas y los jóvenes y las jóvenes de Venezuela durante esta semana. Ellos y ellas son el espacio y el tiempo de la Patria resucitada: de la Patria buena y bonita. Uno se hace estudiante de nuevo entre tanta muchachada y rememora cuánta herencia ha dejado en uno el paso por la escolaridad y se llena de esperanzas y casi palpa el porvenir. Uno se reafirma en la poderosa convicción de que nada es más importante ni más decisivo que la educación de nuestros niños y jóvenes: de todos nuestros hijos, de todas nuestras hijas.
III
Lo digo en voz alta y clara: nada está por encima de los sagrados intereses de la Patria. Recuerdo aquellas palabras que escribiera Martí en 1873: “La Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”. Y nosotros queremos y estamos decididos a hacer vivas esas palabras.
Hago esta reflexión necesaria, a propósito de la decisión que asumimos el domingo pasado de expropiar a la compañía trasnacional Agroisleña, ya que algunos sectores se empeñan en tergiversar la medida con espurias motivaciones políticas.
El pueblo está consciente de los enormes esfuerzos que venimos realizando no sólo para hacer justicia en la tenencia de la tierra, sino también para conquistar nuestra soberanía alimentaria. Por todo ello, teníamos que impedir a toda costa que el oligopolio Agroisleña siguiera extorsionando a nuestros campesinos con sus precios y con el elevado interés de sus créditos, amén de imponernos un paquete agrotóxico y ecocida trasnacional que deteriora nuestros suelos con productos de alta incidencia ambiental. Tenemos, entonces, que esta empresa ejemplificaba todas las perversiones del capitalismo.
En varias ocasiones se les advirtió de la necesidad de acoplarse a los planes implementados por el Gobierno nacional, sin que estos llamados fuesen atendidos. Procedimos a expropiar por razones de interés nacional.
La nacionalización de Agroisleña va a contribuir tanto en el abaratamiento de los alimentos, y con ello a la disminución de la inflación, como a la salvaguarda ecológica de nuestros suelos.
Tengamos presente lo que bien señala el destacado agroecólogo venezolano Miguel Ángel Núñez: Agroisleña tiene numerosos pasivos sociales, labores y ambientales. En realidad y en verdad al nacionalizarla estamos comenzando a saldar una deuda histórica con el campo venezolano.
Quiero desde aquí expresarles a todas y todos los trabajadores de Agroisleña, que este Gobierno se hace responsable, como se ha responsabilizado siempre, de su estabilidad laboral y de la garantía de todos sus beneficios contemplados en nuestras leyes: contamos con ustedes para que la empresa crezca y rinda sus mejores dividendos al servicio del pueblo trabajador.
Agroisleña es ahora propiedad popular, propiedad patria. Y ese es precisamente el nuevo nombre que le damos desde ahora: Agropatria.
Sepan los latifundistas que se acabó este oligopolio del que tanto se beneficiaron: ahora es cuando la Revolución agraria va a acelerarse.
Digámoslo con el General Zamora:
“Tierras y Hombres Libres”
“Venceremos”
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